Texto extraído del libro: Introducción a la historia del
urbanismo de Juan Cano Forrat.
El diccionario de Ia Real Academia de Ia Lengua Española define
Ia palabra ciudad como: "Espacio geográfico, cuya población, general, numerosa,
se dedica en su mayor parte a actividades no agrícolas". Esta definición por
oposición a lo rural, cuanto menos es muy imprecisa. La ciudad es un hecho físico
que se debe estudiar de forma objetiva para leerla como el texto que nos permite
comprender el contexto. La ciudad es Ia mas comprehensiva de las obras del hombre.
Como dijo Walt Whitman "lo reúne todo
y nada que se refiera al hombre le es ajeno". El devenir de Ia historia de
Ia humanidad ha acontecido, por lo general, en el entorno de una ciudad. La literatura
ha tenido casi siempre una ciudad como telón de fondo. Las mejores descripciones
de Paris se las debemos a Balzac, y las de Madrid a Galdós.
Para Aristóteles, ciudadano de una ciudad es aquel que tiene
Ia facultad de intervenir en las funciones deliberativas o judiciales de Ia misma,
y ciudad en general, el número total de estos
ciudadanos que bastan para Ia suficiencia de Ia vida. Esta definición corresponde
a un concepto político de ciudad, en el que el propio estado es Ia ciudad, y Ia
ciudad es el estado.
Para Ortega y Gasset, "Ia ciudad es un ensayo de secesión
que hace el hombre para vivir fuera y frente al cosmos, tomando de él porciones
selectas y acotadas". La diferencia radical entre ciudad y naturaleza es Ia
base de su definición, considerando a Ia ciudad como una creación abstracta y artificial
del hombre.
La ciudad se ha ido formando y conformando paulatinamente al
correr de Ia historia. "Sucede un acontecimiento
político y el rostro de una ciudad tomara nuevas arrugas" (Spengler) o bien:
los gestos de una ciudad representan Ia historia psíquica de una cultura. Una vez
que Ia ciudad se ha implantado en el terreno propicio, implantación o fundación
que en Ia antigüedad tenía un carácter litúrgico y equivalía a transformar el nuevo solar en Tierra patrum (patria),
Ia naturaleza humana va trazando las líneas de Ia nueva estructura, en un proceso
vital en el que se halla implicado un circulo de costumbres, tradiciones, sentimientos, actitudes y características de una
determinada colectividad. Pero es más: estas estructuras que han ido conformándose
a través de este proceso, acaban por constituir ellas una segunda naturaleza; es decir, estas estructuras
reobran a su vez sobre los habitantes, que se encuentran con una realidad exterior
con Ia que ya tendrán que contar. Walter
Benjamin, en 1935 escribe: "Habitar significa dejar huellas". Esta realidad física que produce cualquier modificación,
a su vez contribuye a reproducir modificaciones posteriores siendo mediadora de
estas.
AI igual que Ortega y Gasset define al hombre como una realidad
vital, trasladado este concepto al área más vasta de lo colectivo en Ia que se mueve
Ia ciudad, definiríamos esta como realidad histórica, es decir, esa última instancia
no es ni puede ser otra cosa que Ia historia. La ciudad, en última instancia, es un ser histórico.
Según Carlo Aymonino, hasta el momento actual, se ha identificado
históricamente mediante el término "ciudad" un proceso continuo en el
desarrollo de los asentamientos urbanos socialmente organizados que parte, aproximadamente,
de determinadas experiencias de Ia sociedad griega y se prolonga hasta Ia expansión
mundial de las formas sociales anglosajonas.
Pero Ia ciudad según el sociólogo americano Robert E. Park-es algo más que una serie de calles,
edificios, plazas..... es más un estado de
Ia mente (a state of mind). Es un ente construido desde el pensamiento de Ia colectividad.
En un aspecto estético, Aldo Rossi concibe Ia ciudad como una
arquitectura, en sentido positivo, como una creación inseparable de Ia vida civil
y de Ia sociedad en Ia que se manifiesta; ella es, por su naturaleza, colectiva.
Así como los primeros hombres se construyeron su hábitat para morar en él y en estas construcciones
tendían a conseguir un ambiente más favorable
y cómodo para su vida, en
ese microcosmos
artificial, igualmente construían según una
intencionalidad estética. Iniciaron Ia arquitectura
al mismo tiempo que el primer trazo de Ia
ciudad; Ia arquitectura
es, según Rossi,
connatural a Ia formación
de Ia civilizaci6n y un hecho permanente, universal y necesario.
Pero, por otra parte, Ia ciudad siempre ha sido, y será, por Ia índole de su esencia,
artísticamente fragmentaria, tumultuosa e inacabada. No encontramos en ellas esa forma definitiva y perfecta que ansía
el sentimiento estético. Por eso toda ciudad es, estéticamente hablando, una frustraci6n. Como manifestaci6n artística, esta insatisfacción por Ia ciudad imperfecta
se produce porque este
fenómeno artístico se halla supeditado a Ia pulsación histórica. El constante cambio de esta, bien sea
por evolución o salto, no permite que se
produzca el equilibrio requerido en toda creación estética. En síntesis, podía decirse que Ia ciudad
participa del espíritu artístico, sin llegar a ser, sin embargo,
una obra de arte.
La ciudad no siempre ha existido, sino que ha comenzado en un determinado momento de Ia evolución social
del hombre, cuando ha aparecido Ia necesidad
de agruparse por motivo especifico,
y puede transformarse
en cualquier momento debido a una necesidad histórica, no natural, dependiendo de Ia misma
evolución social que provocó Ia génesis de estas.
La única manera de explicar el significado de las ciudades es
describirlas cronológicamente, justificándolas en función de sus circunstancias físicas, sociales, culturales, religiosas, a las
que necesariamente están asociadas, en una relación de dependencia e interacción.
La historia del arte penetra con su mirada más profundamente
que Ia historia general, pues las fuentes
de aquellas vienen dadas por Ia cosa misma.
Las construcciones, el hábitat urbano que
aún subsiste,
contribuyen al acontecer artístico. Las vistas de
antiguas ciudades amplían
nuestros conocimientos en cuanto que nos permiten ver con los ojos situaciones
pretéritas. La tradición grafica informa con mayor precisión acerca de Ia génesis histórica de las construcciones, acerca de su rango
estético, ideológico y semántico.
De entre los objetos temáticos de Ia historia del arte, las ciudades
y grupos monumentales individualizados ocupan un Iugar destacado en cuanto que en ellos se estratifican fases o
momentos estilísticos. Solo las ciudades ideales se deberían construir siguiendo un estilo único. Las ciudades vivas siempre se han renovado. Cada una de las épocas de su historia
se convirtió en arquitectura. Se enriquece, se complementa, se modifica. Es como
un construir y un reconstruir constantes. Todo cuanto podemos llegar a conocer acerca
de estos procesos a través de las fuentes subordinadas tiene que ser confirmado
por Ia contemplación directa como transmisora de una realidad más exacta.
A lo largo del siglo XX, Ia ciudad occidental ha sufrido una
profunda transformación, acelerada en los últimos decenios de crecimiento económico
y desarrollo tecnológico. Estamos asistiendo, como escribe Ramón López de Lucio, a Ia desaparición
de Ia ciudad clásica: de sus paisajes, formas de vida, valores reconocibles y también
a sus inconvenientes. La ciudad densa, compacta y continua es todavía nuestra referencia
cultural básica, debido a Ia fuerza y Ia dimensión que tienen los cascos hist6ricos
construidos hasta Ia mitad del siglo XX.