sábado, 13 de abril de 2013

Definición de la ciudad



Texto extraído del libro: Introducción a la historia del urbanismo de Juan Cano Forrat.
 
El diccionario de Ia Real Academia de Ia Lengua Española define Ia palabra ciudad como: "Espacio geográfico, cuya población, general, numerosa, se dedica en su mayor parte a actividades no agrícolas". Esta definición por oposición a lo rural, cuanto menos es muy imprecisa. La ciudad es un hecho físico que se debe estudiar de forma objetiva para leerla como el texto que nos permite comprender el contexto. La ciudad es Ia mas comprehensiva de las obras del hombre.  Como dijo Walt Whitman "lo reúne todo y nada que se refiera al hombre le es ajeno". El devenir de Ia historia de Ia humanidad ha acontecido, por lo general, en el entorno de una ciudad.   La literatura ha tenido casi siempre una ciudad como telón de fondo. Las mejores descripciones de Paris se las debemos a Balzac, y las de Madrid a Galdós.

Para Aristóteles, ciudadano de una ciudad es aquel que tiene Ia facultad de intervenir en las funciones deliberativas o judiciales de Ia misma,  y ciudad en general, el número total de estos ciudadanos que bastan para Ia suficiencia de Ia vida. Esta definición corresponde a un concepto político de ciudad, en el que el propio estado es Ia ciudad, y Ia ciudad es el estado.

Para Ortega y Gasset, "Ia ciudad es un ensayo de secesión que hace el hombre para vivir fuera y frente al cosmos, tomando de él porciones selectas y acotadas". La diferencia radical entre ciudad y naturaleza es Ia base de su definición, considerando a Ia ciudad como una creación abstracta y artificial del hombre.

La ciudad se ha ido formando y conformando paulatinamente al correr de Ia historia.  "Sucede un acontecimiento político y el rostro de una ciudad tomara nuevas arrugas" (Spengler) o bien: los gestos de una ciudad representan Ia historia psíquica de una cultura.   Una vez que Ia ciudad se ha implantado en el terreno propicio, implantación o fundación que en Ia antigüedad tenía un carácter litúrgico y equivalía  a transformar el nuevo solar en Tierra patrum (patria), Ia naturaleza humana va trazando las líneas de Ia nueva estructura, en un proceso vital en el que se halla implicado un circulo de costumbres, tradiciones,  sentimientos, actitudes y características de una determinada colectividad. Pero es más: estas estructuras que han ido conformándose a través de este proceso, acaban por constituir  ellas una segunda naturaleza; es decir, estas estructuras reobran a su vez sobre los habitantes, que se encuentran con una realidad exterior con Ia que ya tendrán que contar.  Walter Benjamin, en 1935 escribe: "Habitar significa dejar huellas".  Esta realidad física que produce cualquier modificación, a su vez contribuye a reproducir modificaciones posteriores siendo mediadora de estas.

AI igual que Ortega y Gasset define al hombre como una realidad vital, trasladado este concepto al área más vasta de lo colectivo en Ia que se mueve Ia ciudad, definiríamos esta como realidad histórica, es decir, esa última instancia no es ni puede ser otra cosa que Ia historia. La ciudad, en última instancia,  es un ser histórico.

Según Carlo Aymonino, hasta el momento actual, se ha identificado históricamente mediante el término "ciudad" un proceso continuo en el desarrollo de los asentamientos urbanos socialmente organizados que parte, aproximadamente, de determinadas experiencias de Ia sociedad griega y se prolonga hasta Ia expansión mundial de las formas sociales anglosajonas.

Pero Ia ciudad según el sociólogo americano  Robert E. Park-es algo más que una serie de calles, edificios, plazas.....  es más un estado de Ia mente (a state of mind). Es un ente construido desde el pensamiento de Ia colectividad.

En un aspecto estético, Aldo Rossi concibe Ia ciudad como una arquitectura, en sentido positivo, como una creación inseparable de Ia vida civil y de Ia sociedad en Ia que se manifiesta; ella es, por su naturaleza, colectiva.

Así como los primeros hombres se construyeron  su hábitat para morar en él y en estas construcciones tendían  a conseguir un ambiente más favorable y cómodo para  su  vida, en  ese  microcosmos   artificial,  igualmente  construían  según  una intencionalidad estética. Iniciaron Ia arquitectura al mismo tiempo que el primer trazo de  Ia  ciudad;  Ia arquitectura  es,  según  Rossi,  connatural  a  Ia formación  de  Ia civilizaci6n  y un hecho permanente, universal y necesario.

Pero,  por  otra parte,  Ia ciudad  siempre  ha sido, y será,  por Ia índole  de  su esencia, artísticamente  fragmentaria, tumultuosa  e inacabada. No encontramos  en ellas esa forma definitiva y perfecta que ansía el sentimiento estético. Por eso toda ciudad es, estéticamente  hablando, una frustraci6n. Como manifestaci6n  artística, esta  insatisfacción  por  Ia  ciudad  imperfecta  se  produce  porque  este  fenómeno artístico se halla supeditado  a Ia pulsación  histórica. El constante cambio de esta, bien sea por evolución  o salto, no permite que se produzca el equilibrio requerido en toda  creación  estética.  En síntesis, podía  decirse  que  Ia ciudad  participa  del espíritu artístico, sin llegar a ser, sin embargo, una obra de arte.

La ciudad no siempre ha existido, sino que ha comenzado  en un determinado momento de Ia evolución social del hombre, cuando  ha aparecido Ia necesidad de agruparse  por  motivo  especifico,  y  puede  transformarse  en  cualquier  momento debido  a una necesidad  histórica, no natural, dependiendo  de Ia misma  evolución social que provocó Ia génesis de estas.

La única manera de explicar el significado de las ciudades es describirlas cronológicamente, justificándolas en función de sus circunstancias  físicas, sociales, culturales, religiosas, a las que necesariamente están asociadas, en una relación de dependencia  e interacción.

La historia del arte penetra con su mirada más profundamente  que Ia historia general, pues las fuentes de aquellas vienen dadas  por Ia cosa misma. Las construcciones,  el  hábitat  urbano  que  aún  subsiste,   contribuyen   al  acontecer artístico.   Las  vistas  de  antiguas  ciudades  amplían   nuestros  conocimientos  en cuanto que nos permiten ver con los ojos situaciones pretéritas. La tradición grafica informa con mayor precisión  acerca de Ia génesis  histórica de las construcciones, acerca de su rango estético, ideológico y semántico.

De entre los objetos temáticos de Ia historia del arte,   las ciudades y grupos monumentales individualizados ocupan un Iugar destacado  en cuanto que en ellos se estratifican fases o momentos estilísticos. Solo las ciudades ideales se deberían construir  siguiendo  un estilo único. Las ciudades  vivas siempre  se han renovado. Cada una de las épocas de su historia se convirtió en arquitectura. Se enriquece, se complementa, se modifica. Es como un construir y un reconstruir constantes. Todo cuanto podemos llegar a conocer acerca de estos procesos a través de las fuentes subordinadas tiene que ser confirmado por Ia contemplación directa como transmisora de una realidad más exacta.

A lo largo del siglo XX, Ia ciudad occidental ha sufrido una profunda transformación, acelerada en los últimos decenios de crecimiento económico y desarrollo tecnológico. Estamos asistiendo, como escribe Ramón López de Lucio, a Ia desaparición de Ia ciudad clásica: de sus paisajes, formas de vida, valores reconocibles y también a sus inconvenientes. La ciudad densa, compacta y continua es todavía nuestra referencia cultural básica, debido a Ia fuerza y Ia dimensión que tienen los cascos hist6ricos construidos hasta Ia mitad del siglo XX.

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